Cómo se elaboran los flanes
La elaboración de los flanes comerciales se parece mucho al procedimiento que seguimos en casa:
- Simplemente se añaden en un tanque los ingredientes deseados (leche, huevo, queso, nata, azúcar…) y se mezclan hasta lograr un resultado homogéneo.
- Después, se introduce la ración adecuada en los envases, en los que previamente se ha añadido caramelo líquido (si se desea) y se meten en un horno donde se cuecen al baño maría aplicando diferentes tiempos y temperaturas según las características de cada producto.
- Por último, se cierran con una tapa y se enfrían para su comercialización.
Además de los ingredientes principales (leche, huevo, queso, nata y azúcar), se suelen emplear gelificantes, espesantes o estabilizantes que hacen más fácil que el producto alcance una textura adecuada y que esta se mantenga a lo largo del tiempo. Son ingredientes seguros –muchos de ellos de origen vegetal, como almidón, pectina o goma garrofín–, pero que pueden restar sabor o dar lugar a texturas que pueden alejarse de la que presentaría un flan hecho en casa. Si preferimos evitarlos, existen opciones que analizamos en nuestra Guía de compra de flanes, como Dhul de huevo.
¿Son saludables las opciones sin grasa ni azúcar?
Los flanes son postres lácteos con notables proporciones de azúcares (entre un 4 % y un 24 %), lo que hace que sean productos que deberíamos destinar a un consumo ocasional. Además, algunas variedades como la de queso presentan una significativa proporción de grasa (5 %-13 %).
Si “lo malo” de los flanes es el azúcar y la grasa, ¿qué ocurre con las versiones que están elaboradas sin estos dos ingredientes? ¿Son saludables?
En cuanto a la grasa, al eliminarla de la receta obtendremos un producto menos saciante, con menos sabor y peor textura. Para suplir su función es necesario utilizar espesantes o gelificantes, que pueden dar lugar a texturas menos agradables, y añadir ingredientes que aporten sabor, como azúcares o edulcorantes.
En lo que respecta a los azúcares, para eliminarlos se opta por los edulcorantes, pero no es una solución a largo plazo, entre otras cosas porque pueden fomentar nuestro gusto por el sabor dulce y eso a su vez alejarnos de una dieta saludable.
En definitiva, el hecho de que un flan no contenga grasas ni azúcares no lo hace saludable. Incluso puede ser contraproducente porque podemos pensar que sí lo es, de modo que comeremos una mayor cantidad. Estas opciones también deberíamos reservarlas para ocasiones puntuales.