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La alimentación de los menores se ve determinada por entornos alimentarios no saludables donde predominan los alimentos ultraprocesados y la comida rápida, ricos en azúcares libres, sal, grasas no saludables y aditivos. Es sencillo —y barato— encontrarlos en los comercios, en los establecimientos hosteleros que están cerca de sus centros educativos, en las máquinas de vending o en los comedores de sus escuelas e institutos o en la publicidad de televisión y medios digitales que ejercen sus youtubers, streamers o influencers preferidos, y que les aumentan las ganas de comerlos. Y caen: de cada 100 gramos de alimento consumidos por los niños y niñas, unos 47 gramos son ultraprocesados.
Ultraprocesados y efectos en la salud de los menores
Como detallan en el estudio español publicado en la revista Jama en mayo de 2024 del que extraemos ese dato, una alta ingesta de alimentos ultraprocesados durante la infancia se asocia a una peor salud cardiometabólica: mayor riesgo de sobrepeso, aumento de azúcar en sangre y peores niveles de colesterol HDL (colesterol “bueno”).
Además, se sabe que el abuso de bebidas y alimentos ultraprocesados afecta a la salud mental de los menores y a sus capacidades cognitivas. Y es que no aportan los nutrientes necesarios para el cerebro, lo que implica un deterioro de la memoria, la concentración y la capacidad para resolver problemas, habilidades esenciales para un buen rendimiento escolar.
Tampoco escapan las enfermedades alérgicas, que tienen un marcado carácter inflamatorio. Cada vez más estudios sugieren que los productos ultraprocesados podrían considerarse como un factor ambiental relevante que contribuye a la creciente prevalencia de enfermedades alérgicas en los peques. Aun así, los investigadores reconocen que se necesitan más estudios para definir mejor ese vínculo.
Ultraprocesados y efectos en las enfermedades alérgicas en la infancia
Así, esta revisión reciente (2024) de 55 estudios, que contó con el apoyo de la Academia Europea de Asma, Alergia e Inmunología Clínica (EAACI), encontró que la ingesta de ciertos productos ultraprocesados y sus ingredientes más comunes parece estar asociada con una mayor aparición de enfermedades alérgicas como asma, sibilancias, alergias alimentarias, dermatitis atópica y rinitis alérgica, pero no en todos los estudios.

En concreto, habla de refrescos, zumos de fruta, productos con alto contenido en carbohidratos y alimentos comerciales para lactantes, además de ingredientes como azúcar, fructosa o glutamato monosódico, o los compuestos proinflamatorios que se forman con frituras, asados y cocción a altas temperaturas en alimentos grasos y proteicos como la carne y los lácteos (se llaman productos finales de glicación avanzada o AGE).
👉 Asma y sibilancias
Pero ya en 2021, un estudio publicado en la revista ‘Anales de Pediatría’ de la Asociación Española de Pediatría (AEP) alertaba de ello. Comprobó que una alta ingesta de alimentos ultraprocesados se asociaba a un incremento del 87 % de la prevalencia de enfermedades respiratorias sibilantes, como el asma infantil, y multiplicaba por dos la prevalencia de bronquitis y sibilancias de repetición.
Además, sin definir qué es un alto consumo de estos productos, esta investigación daba una pista, pues en los 513 escolares analizados se registraba un consumo medio diario 446 g de ultraprocesados, equivalente a 829 kcal/día, lo que representa cerca del 40 % de la ingesta media energética total.
En 2025, este dato se ha concretado aún más: si la ingesta de alimentos ultraprocesados entre la población infantil supera el 30 % de su dieta, el riesgo de desarrollar asma aumenta hasta casi cuatro veces. Así se ha puesto de manifiesto durante el último congreso de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica con resultados de un estudio de la Clínica Universidad de Navarra (CUN).
¿La razón? “Los alimentos ultraprocesados tienen un efecto inflamatorio en el organismo por su alto contenido calórico y nivel de procesamiento”, explica María José Goikoetxea, del Departamento de Alergología de la CUN.
Cómo prevenir el asma infantil
Las dos investigaciones españolas se enmarcan dentro del proyecto SENDO (Seguimiento del Niño para un Desarrollo Óptimo). Esta iniciativa estudia desde 2017 el efecto de la dieta y los estilos de vida sobre la salud de niños, niñas y adolescentes. Y lo hace desde el inicio de la etapa escolar (4-5 años) hasta la edad adulta (17-18 años) de unos 1.500 menores principalmente de Navarra, aunque también cuenta con participantes de Baleares, Madrid o Andalucía.
“La dieta mediterránea y la actividad física moderada se han asociado a una reducción del riesgo de ciertas enfermedades como la obesidad, y creemos que pueden además ser un pilar importante para la promoción de la salud y la prevención de otras enfermedades como el asma o la diabetes”, recuerdan en la hoja de información al participante del proyecto SENDO.
De ahí que, ante estos datos, las recomendaciones de los expertos para intentar evitar en nuestros hijos una de las enfermedades crónicas más frecuentes de la infancia (afecta a un 10-12 % de los peques) pasen por insistir en que aprendan a comer sano y hagan ejercicio.
“Puesto que el asma es una enfermedad respiratoria crónica, controlar otros factores ambientales, como llevar una alimentación saludable, puede ser una estrategia eficaz para prevenir la aparición de dichas enfermedades en la población infantil”, comenta Goikoetxea. Y la dieta mediterránea encabeza esa protección frente al asma infantil, como confirma este estudio francés (2021).


