Halloween sostenible: cómo celebrarlo sin plásticos y sin desperdicio alimentario

Los envoltorios de golosinas y caramelos están entre los diez productos plásticos más hallados en las playas, ríos, lagos y embalses de nuestro país
Por María Huidobro González 27 de octubre de 2025
dulces envoltorios halloween
La celebración de Halloween es terrorífica para el medio ambiente. Esta fiesta, muy popular en la cultura anglosajona, ha calado hondo en nuestro país con todo lo que ello conlleva, residuos incluidos. La efímera decoración con la que adornamos nuestros hogares, comercios y establecimientos y los disfraces desechables que usamos por unas horas generan mucha basura. Pero también lo hacen los restos de dulces y los plásticos que los envuelven. A continuación, te contamos cómo contaminamos al seguir esta tradición y qué puedes hacer para reducir su impacto.   

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La terrorífica huella ambiental de la noche de Halloween

No dura ni un día, pero su impacto en nuestra salud asusta y en el medio ambiente horroriza. La fiesta de Halloween endulza a nuestros peques con espeluznantes cantidades de gominolas, caramelos, chocolatinas, piruletas, batidos, bebidas energéticas… Por culpa del tradicional ‘truco o trato’, pueden llegar a consumir de media un kilo de dulces, lo que equivale a tres tazas de azúcar, unos 220 sobrecitos, según un estudio estadounidense. Y eso que son muchas las consecuencias espantosas del exceso de azúcar para todos: obesidad, diabetes 2, caries…

Las alergias alimentarias y a los componentes de maquillajes, pelucas y disfraces constituyen otro efecto sobrecogedor de este evento. No hay que olvidar los posibles accidentes de tráfico durante la solicitud de chuches por el barrio o pueblo, los riesgos de incendios por acercarse demasiado a una vela encendida de la tétrica decoración o los temidos cortes en las manos al tallar una calabaza.

Por desgracia, la celebración de Halloween también deja una huella terrible en nuestro entorno. Y es que uno de los principales problemas de esta fiesta es la ingente cantidad de residuos plásticos que se generan.

Desde disfraces y decoraciones espantosas hasta los mismos envoltorios de las chucherías, la mayoría de los productos típicos de Halloween contienen plásticos que pueden acabar en los océanos. A esta monstruosa basura se une el despilfarro alimentario que se produce por todos los dulces que no se consumen o las calabazas que se desperdician.

Envoltorios de los caramelos y chocolatinas

Muchas de las chucherías que se consumen en la víspera del Día de Todos los Santos y —no nos engañemos— días antes y muchos días después, se empaquetan individualmente en envoltorios que combinan plástico o plástico y aluminio. Caramelos, chicles, chupachús, piruletas, chocolatinas, bombones, galletas y algunas gominolas se protegen con este pequeño y ligero material de un solo uso. De colores y formas inspiradas en brujas, fantasmas, monstruos, heridas sangrientas… estos envoltorios animan a entrar en la fiesta de Halloween, pero también resultan muy contaminantes si no son biodegradables o no se pueden reciclar.

chocolates gominolas halloween
Imagen: Yaroslav Shuraev

Y no son pocos los dulces que se comen. Según Nielsen, la venta de chucherías durante octubre aumenta un 40 % en comparación con otros meses. Y Produlce, la Asociación Española del Dulce, reconoce que esta fiesta reporta a las empresas un 10 % de su facturación anual.

El horripilante problema está en que muchos de los envoltorios de tantas chuches es fácil que vayan al suelo, vertederos y terminen en el mar, si no se tiran al contenedor amarillo. De hecho, son habituales en ríos, lagos y embalses de España, como recogen en el Barómetro de la Basuraleza del Proyecto LIBERA, mientras que en el ranking de los diez productos plásticos más hallados en las playas, según denuncia el Parlamento Europeo, figuran en cuarto lugar los envoltorios de golosinas y caramelos, acompañando a los paquetes de patatas fritas.

Y ya sabemos qué sucede con los plásticos que no se reciclan: que permanecen en el medio ambiente cientos de años, contaminando suelo, agua y aire, y llegando a la flora, fauna y al ser humano en forma de microplásticos. Todo ello, sin contar otro problema medioambiental: su producción implica gran cantidad de energía y agua.

🎃 Qué hacer para evitar tanto residuo

Cada vez hay más dulces que se rodean de envoltorios biodegradables y bioplásticos y se venden dentro de envases reciclables, como recuerdan desde el sector. Pero a veces comprobarlo mirando la etiqueta resulta difícil. ¿Cómo saber que es biodegradable? Debe llevar el término «100% biodegradable» o el logotipo «biodegradable» (verde y con tres hojas formando un triángulo).

Por tanto, intenta hacerte con productos a granel, sin envoltorios, o que vengan en envases de cartón y papel. Para ello, con motivo de Halloween, se han ideado originales cajas y recipientes portacaramelos hechos de cartón con formas y dibujos que dan mucho miedo.

Aun así, es preferible huir de este tipo de golosinas industriales, y decantarse por alternativas caseras (galletas sin azúcar, bombones con frutos secos) y ofrecerlas en envoltorios de papel reciclado o envoltorios comestibles para reducir los residuos, como vasos de galleta, por ejemplo.

Pero, por supuesto, la opción más saludable en Halloween, y más sostenible, consiste en dar frutas (mandarinas, plátanos, peras, kiwis…) en bolsas de tela y frascos reutilizables (¿una botella de agua?) o, por qué no, canastos de mimbre.

¿Sabes qué hacer con el envoltorio de los dulces? Al contenedor amarillo, siempre que puedas. Y si no puedes más, y estás a punto de empacharte, tira las chuches al contenedor gris (resto).

Chicles

El caso de los chicles es terriblemente especial. Si bien sus envoltorios deben ir al contenedor amarillo, ¿qué hacemos con los chicles que masticamos en Halloween? Nada de tirarlos al suelo y dejarlos pegados en aceras y calzadas.

La opción más responsable es envolverlos en papel y tirarlos a la basura. Porque sí, la goma de mascar también es un plástico petroquímico, con el mismo problema que los materiales sintéticos y no biodegradables, incluidos los microplásticos.

De hecho, científicos de la Universidad de California en Los Ángeles (EE. UU.) comunicaron en marzo a la Sociedad Química Estadounidense unos inquietantes resultados: al masticar chicle, cada gramo libera una media de 100 microplásticos a la saliva, aunque en algunos casos la cifra llega a los 600. Dado que un chicle pesa entre 2 y 6 gramos, uno grande puede producir en torno a 3.000 partículas. Así que alguien que consuma de 160 a 180 chicles al año puede tragar unos 30.000 microplásticos.

🎃 Qué hacer para evitar tanto residuo

Si no puedes resistirte a mascar chicles y quieres cuidar el medio ambiente, debes saber que también hay chicles biodegradables, pero es raro encontrarlos.

Otra opción consiste en reciclar el plástico que contienen, como propone la empresa británica Gumdrop, y convertirlos en vasos, lápices o suelas de zapatillas. En los lugares donde se localizan sus contenedores (hechos con gomas de mascar recicladas), gracias a este ejemplo de economía circular se ha reducido un 90 % el número de chicles arrojados al suelo.

Calabazas de Halloween

calabazas decoración
Imagen: Toni Cuenca

Las calabazas forman parte de la decoración típica de Halloween. Aquí te contamos cómo hacerla paso a paso. ¿Pero sabes qué hacer con ella una vez pasada esta fiesta? Solo en EE. UU. cerca de 500 millones de kilos de calabazas terminan en los vertederos, donde se descomponen y liberan gas metano, un potente gas de efecto invernadero.

🎃 Qué hacer para evitar tanto residuo

¡No la tires a la basura! Va al contendedor de orgánicos, al marrón. Y si en tu entorno no hay, deposítala en el gris. Pero si puedes, haz compost, después de haber aprovechado su pulpa y sus semillas para así evitar tanto desperdicio alimentario.

Con las semillas de calabaza bien limpias, sazonadas con sal o azúcar y tostadas puedes usarlas en puré o como un saludable snack. Y con la pulpa se pueden elaborar deliciosas sopas, pasteles y otros platos.

Disfraces y decoración de Halloween

Como ocurre en Carnaval, muchos de los disfraces de Halloween suelen estar confeccionados con telas de baja calidad y materiales plásticos diseñados para pocos usos; es decir, son desechables.

Las cifras que se manejan en países como Reino Unido, donde esta fiesta tiene gran arraigo, son aterradoras. En 2019, una encuesta de la organización benéfica familiar Fairyland Trust, con el apoyo de la ecologista Hubbub, estimaba que esta celebración generaba más de 2.000 toneladas de residuos plásticos solo por la ropa y los disfraces. De hecho, el 83 % de los materiales era plástico derivado del petróleo, principalmente poliéster.

Lo mismo sucede con la decoración de Halloween. Muchos de los globos, esqueletos, arañas, telarañas, murciélagos, búhos, calabazas, calaveras… con los que se ambientan las casas, los establecimientos hosteleros y los comercios durante estos días están fabricados con materiales plásticos, como resinas.

Y, de nuevo, conocemos el final de todos estos residuos plásticos si no se reciclan: tardan mucho tiempo en descomponerse, lo que nos puede perjudicar a todos.  

🎃 Qué hacer para evitar tanto residuo

Puedes seguir varios consejos sobre disfraces y decoración para no asustar al medio ambiente, que se resumen en dos: hazlos por ti mismo con materiales y ropas viejas que tengas en casa, y que no incluyan plásticos, y reutilízalos los próximos años o intercámbialos con amigos y vecinos.

Puedes lograr, por ejemplo, unas aterradoras telarañas con unos viejos pantys llenos de carreras o unas espeluznantes lápidas con cartones de cajas que ya no uses. Además, mira estas otras ideas de disfraces y cómo puedes reciclar esta ropa y desechar los envases de los cosméticos que hayas empleado para maquillar tu cara.

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