La higienización del agua, ¿una necesidad o un riesgo?

Por José Juan Rodríguez Jerez 15 de octubre de 2001

El agua que sale por nuestros grifos es un producto que pretende inicialmente y, como objetivo fundamental, no desencadenar ningún problema de salud pública. Este objetivo se ha conseguido, después de muchos siglos en los que ha estado implicada en el inicio o transmisión de una gran cantidad de brotes epidémicos gracias al empleo, entre otros, del hipoclorito sódico. Un estudio reciente, sin embargo, ha cuestionado su uso por el riesgo que implica la formación de subproductos potencialmente tóxicos.

Durante siglos se observó la presencia de cólera en toda Europa sin conocer cuál era el agente causal, hasta que se evidenció que la fuente de diseminación de la infección era el agua, que actuaba como vector del vibrión colérico. Hoy en día este problema no existe en ninguno de nuestros países porque, entre otros motivos, los microorganismos en el agua de consumo se eliminan gracias a la adición de sustancias potabilizadoras o higienizantes.

La importancia del agua como agente transmisor de enfermedades ha quedado demostrada en más de una ocasión, incluso en tiempos recientes. Así se evidenció, por ejemplo, en los años noventa, cuando se declaró un brote en Estados Unidos que afectó a 400.000 personas en Milwaukee. El producto implicado fue el agua y el agente etiológico Cryptosporidium.

Además de estos claros ejemplos hay que destacar la presencia de otros microorganismos como enterobacterias (Escherichia coli, Salmonella y Shigella, entre otras), bacilos (entre ellos patógenos como el Bacillus anthracis, responsable del carbunco o ántrax) o virus (hepatitis A y virus tipo Norwalk).

Hoy por hoy, la única manera de asegurar la seguridad del agua es su tratamiento mediante sistemas de potabilización química. Esta potabilización sólo se practica a las aguas de consumo urbano, mientras que las aguas envasadas no se potabilizan ya que se obtienen directamente en los manantiales en unas adecuadas condiciones higiénicas.

¿Por qué se contamina el agua?

El agua que discurre por los cauces naturales, desgraciadamente, no suele cumplir unos mínimos higiénicos que permitan su consumo sin riesgo sanitario. El agua, por definición, ha de ser incolora, inodora e insípida. Sin embargo, se le añaden multitud de contaminantes orgánicos. En los nacimientos de los ríos el agua es segura, pero a medida que va descendiendo por su cauce encontrará restos de materia fecal animal, excrementos que se entienden como restos naturales que proceden de animales que pueden estar enfermos o ser portadores de enfermedades peligrosas (tuberculosis, brucelosis, carbunco, infecciones de piel con abcesos o bolsas de pus). Esta contaminación se diluye en el agua y no se ve, pero puede provocar enfermedades.

Conforme este cauce discurre, incluso por parques naturales controlados, puede contactar con cadáveres de animales que poseen una elevada contaminación, materias fecales procedentes de núcleos urbanos no bien depurados o de explotaciones agrarias o ganaderas. Del mismo modo, la agricultura biológica propugna el uso de abonos naturales, entre los que se pueden considerar materiales fecales, con elevada contaminación. Estos microorganismos pueden pasar al agua y de aquí ser distribuidos a núcleos de población importantes.

Como podemos ver, en la sociedad moderna, la contaminación del agua no sólo es posible sino cierta, lo que indica que su consumo sin tratar es un riesgo de primer orden.

¿Cómo se trata el agua?

Diferentes han sido los tratamientos propuestos para la higienización del agua. Entre los más empleados, se encuentran la cloración y la ozonización. La primera se emplea en la mayoría de los países, ya que el hipoclorito es altamente eficaz y no es caro, asegurando una adecuada desinfección del agua de consumo. Hay que destacar (ver artículo sobre la lejía en www.consumaseguridad.com) que el hipoclorito es capaz de eliminar grandes cantidades de bacterias, virus, hongos e incluso parásitos.

El país que emplea el hipoclorito de forma más generalizada, a elevada concentración y aplicándola en todos los niveles es USA. En Europa, todos los países mediterráneos y el Reino Unido emplean el hipoclorito de forma generalizada, mientras que los países nórdicos y Alemania no lo hacen debido a que no aceptan de buen grado el aroma y sabor a potabilizante que le confiere el cloro. Para desinfectar el agua suelen emplear la ozonización, pero este tratamiento no es completamente eficaz y, en consecuencia, se consume agua embotellada por gran parte de la población.

Por otra parte, se pide que el tratamiento no dure un tiempo excesivo, ya que la demanda es importante. En estos casos, el hipoclorito no suele ser completamente eficaz para eliminar los ooquistes de Cryptosporidium, parásito vehiculado especialmente por el agua. En estos casos, aparte de conocer con precisión si se encuentra en el agua, el mejor sistema es una ultrafiltración de la misma, que asegure que los ooquistes se retienen en los filtros y no pasan al agua de consumo.

Riesgos del agua potabilizada

Hoy por hoy el hipoclorito y otras sustancias cloradas siguen siendo los desinfectantes de elección y, aunque existan otras alternativas, su sustitución por otro agente no puede ser aplicable en todos los casos por motivos técnicos.

Desde hace poco tiempo se ha señalado el riesgo de acumulación de trihalometanos (THM) en el agua por la combinación entre materia orgánica del agua y derivados halogenados -cloro y flúor entre otros. Se ha llegado incluso a señalar que 600 personas mueren en España por el consumo de estos tóxicos en el agua. Los THM son compuestos químicos que se forman cuando la materia orgánica que arrastran los ríos entra en contacto con el cloro en las plantas potabilizadoras, o con cualquier otro compuesto halogenado.

La formación de productos potencialmente tóxicos durante el proceso de cloración se encuentra actualmente en fase de estudio. Los cálculos sobre sus riesgos, al menos en lo que refiere a España, se basan en extrapolaciones estadísticas a partir de la constatación de su presencia en algunos ríos catalanes en concentraciones que, en determinados puntos de muestreo, alcanzan niveles preocupantes. El número de muertes atribuido, por otra parte, forma parte también de cálculos estadísticos. Hoy por hoy no existe estudio epidemiológico alguno que permita sustentar dicha apreciación, por lo que el riesgo, mientras no se demuestre lo contrario, debe ser considerado teórico. Lo que en absoluto puede considerarse teórico es el riesgo derivado de la no potabilización o higienización de las aguas.

Pese a ello, los beneficios de la cloración están siendo puestos en duda. Incluso Greenpeace, organización ecologista que en muchos sectores está considerada un referente, ha solicitado recientemente que se impida o que se prohiba la cloración del agua. Sin menospreciar los riesgos potenciales de este proceso, no obstante, parece más indicado realizar esfuerzos en la prevención de su contaminación y no en limitar una higienización que ha eliminado claramente enormes pandemias.

THM y cáncer

Los riesgos de la cloración derivan de la asociación de THM y determinadas patologías, buena parte de ellas de tipo oncológico. Los THM se han relacionado con tumores de pulmón, de pecho en mujeres y de vejiga en hombres. Pero, según ha podido comprobarse, en el caso de los tumores de pulmón el desencadenante no son los THM formados en el agua de bebida sino los que se forman durante la combustión del tabaco, siendo, al menos en este caso, el tabaquismo el principal responsable.

Respecto al cáncer de mama, los datos no están claros, debiendo pensar en otras causas como son las genéticas, el consumo de tabaco o de otros cancerígenos. Sin embargo, en el caso del cáncer de vejiga, una de las posibilidades podría ser el consumo de THM. Para ello, habría que comparar datos epidemiológicos en relación con diferentes países. Por ejemplo, para el año 2000, en un país como Alemania, donde no se cloran las aguas de consumo y el agua ingerida es embotellada, las tasas por cada 100.000 habitantes de cáncer de vejiga en hombres fueron de 27 casos y en España fue de 44 casos.

En principio, la justificación podría ser la cloración, aunque debe considerarse una perspectiva más amplia. Por ejemplo, que la primera causa de este tipo de tumores es el consumo de tabaco, que en España es muy superior a la alemana. Si comparamos los datos epidemiológicos con otro país como Estados Unidos, donde la cloración es más intensa y se aplica a todas las aguas de consumo hasta el punto que el sabor a hipoclorito incluso es evidente en los cubitos de hielo, sería esperable que los casos de cáncer de vejiga por cada 100.000 hombres fueran muy superiores a los españoles. Pero la tasa es de 30 casos, no existiendo diferencias con los datos procedentes de la epidemiología alemana. ¿Qué sugieren las cifras? Pues que, muy probablemente, el hipoclorito no es el principal responsable de estos tumores, sino otros factores, como el tabaquismo.

Según estos datos, aventurar que en España mueren 600 personas al año por la cloración del agua es un dato cuando menos poco contrastado y extremista que nos puede llevar a perder de vista las enormes ventajas que ha supuesto la cloración para la salud pública de la población española.

Glosario

Cólera. Enfermedad causada por una bacteria, Vibrio cholerae, responsable de una infección caracterizada por una diarrea muy importante, que puede suponer la eliminación de más de 10 litros de agua diariamente.

Cryptosporidium. Parásito transmitido por el agua que afecta a personas con un sistema inmunitario disminuido, pudiendo llegar a ser mortal en personas como los enfermos de VIH o transplantados.

Carbunco o ántrax. Enfermedad debida a un microorganismo, Bacillus anthracis que cursa inicialmente como una gripe y que llega a producir hemorragias generalizadas en los afectados terminando con la muerte de los mismos.

Trihalometanos (THM). Sustancias químicas que se forman en el agua por la combinación entre la materia orgánica y derivados halogenados, entre otros cloro y flúor.

Bibliografía
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