Miel con veneno de abejas, ¿un nuevo alimento?

Expertos neozelandeses agregan a la miel veneno de las abejas como posible alimento con efectos beneficiosos sobre la salud
Por Marta Chavarrías 8 de julio de 2009

Las aplicaciones de la miel como remedio para ciertas dolencias son conocidas por la mayor parte de la población; este alimento dulce y de apariencia viscosa contiene vitaminas, fermentos, azúcar, ácidos orgánicos y otras materias aromáticas y minerales que le confieren un carácter particular. Las abejas son las protagonistas en todo el proceso de elaboración no sólo de miel, sino que también tienen algo que ver en la producción de própolis o jalea real y del veneno. Sí, sí, del veneno. Un líquido espeso cuyo olor es parecido al de la miel y cuyo sabor es agrio. Ahora, un grupo de expertos de Nueva Zelandia ha solicitado a la Agencia de Normas Alimentarias británica que autorice en la UE el uso de veneno en la miel como nuevo ingrediente.

La miel es un néctar que recogen las abejas de una gran variedad de plantas. Está formada por agua, azúcares, fructosa, glucosa, azúcares y una amplia gama de microalimentos como vitaminas, aminoácidos y minerales. A pesar de que no se trata de una idea nueva, el uso de veneno de las abejas en la miel como tratamiento para aliviar la artritis resurge ahora de una nueva investigación llevada a cabo por expertos de Nueva Zelanda, que ha «aderezado» la miel con veneno extraído de las abejas europeas «Apis Mellifera». Y es que el veneno de las abejas se suele utilizar también en apiterapia por sus propiedades antiinflamatorias. Hierro, yodo, potasio, calcio y magnesio son algunos de sus principales componentes, además de proteínas y péptidos, cuya forma seca es la que contiene las sustancias bioquímicas más activas.

Para el trabajo, los expertos han secado el veneno y lo han agregado a la miel como tratamiento para la artritis. Los responsables de la investigación, que están a la espera de que las autoridades sanitarias valoren su efectividad, una tarea que tienen previsto realizar en los próximos meses, aseguran que este alimento se comercializa en el país desde 1996, aunque en la UE se enmarca dentro de la categoría de nuevos alimentos, que son los que no se han consumido en la UE hasta 1997.

Veneno en la miel

La miel que contiene veneno debe ir acompañada de la información sobre el modo de extracción que se ha llevado a cabo
El producto al que se le ha añadido veneno contiene una mezcla de miel del árbol Manuko, nativo de Nueva Zelanda, y veneno seco de la abeja «Apis Mellifera» y, pese a que es ahora cuando se ha pedido su autorización como nuevo ingrediente en la UE, hace ya 13 años que se comercializa en el país, periodo durante el cual ha demostrado ser segura, siempre y cuando se tenga en cuenta que las personas con alergia a la miel o al veneno de abeja se abstengan de ingerirla, tal y como se establece en la etiqueta.

Considerado como uno de los ingredientes principales de la miel, el veneno que se añade debe contar con un informe sobre la manera de extracción que realiza el apicultor. De esta manera, se demuestra que sus componentes más importantes son melitina, el principal componente tóxico, y fosfolipasa, además de agua, aminoácidos y aminas como la histamina.

La cantidad de veneno agregada a la miel ha sido de 20 microgramos por gramo, lo que significa que los riesgos toxicológicos asociados a su consumo son «mínimos», admiten los expertos. Así, la concentración de veneno almacenada ha demostrado ser estable, es decir, no se ha modificado, durante los dos años y medio siguientes a su aplicación. Sin embargo, y pese a que la miel destaca por sus propiedades curativas, algunos investigadores se muestran escépticos sobre las propiedades del veneno y argumentan que aún no existen evidencias científicas claras que lo demuestren.

¿Riesgos microbiológicos?

De acuerdo con las pautas del Comité Científico de Alimentación de la UE (SCF), la pregunta que surge de la investigación se refiere a si existe suficiente información microbiológica sobre este «alimento nuevo». ¿Contiene microorganismos? ¿se conocen riesgos nuevos respecto al consumo de miel estándar? En los primeros análisis, los expertos concluyen que no se han detectado patógenos como Salmonella o Listeria monocytogenes en la miel, aunque sí es posible la detección de esporas bacterianas («Clostridium spp.”) que, pese a que no crecen en la miel, sí pueden introducirse a través del veneno. Como medida preventiva, y para evitar botulismo en niños por la presencia de esporas de «Clostridium botulinum», los expertos incluyen en la etiqueta que «este tipo de miel no la pueden consumir menores de 12 meses».

En líneas generales y, según una extensa revisión de los datos epidemiológicos de la UE, el Cl. botulinum y otros clostridios son uno de los riesgos microbiológicos asociados con la miel. Algunas de las principales fuentes de contaminación son el polen, el polvo, el aire o la tierra, a las que se añaden fuentes secundarias como la manipulación tras la recolección. En la mayoría de los casos estos riesgos se controlan con la aplicación de buenas prácticas de elaboración (GMP) que establece la UE.

Producción de miel

La producción de miel en todo el mundo se estima que llega, al año, a las 1.200.000 toneladas, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). En la UE, la cifra alcanza las 130.000 toneladas, que se reparten sobre todo en el sur de Europa (Francia, con 31.000 toneladas; España, con 30.000; Grecia, con 15.000 y Portugal, con 11.000). En el norte de Europa, en países como el Reino Unido, Bélgica, Luxemburgo o Alemania, la producción es mucho menor y se concentra en zonas locales. En el ámbito internacional, los principales exportadores de miel son China, con un total de 75.000 toneladas al año; Argentina (60.000) y México (30.000).

UN LARGO CAMINO POR RECORRER

Las cuestiones que surgen para la aprobación de un nuevo alimento se refieren, de acuerdo con las pautas del SCF, a si para su elaboración el alimento pasa por un proceso determinado, si existen antecedentes a este proceso, si éste implica que se produzca un cambio significativo en la composición o estructura del alimento comparado con los tradicionales, si se cuenta con toda la información sobre los posibles riesgos toxicológicos, alimenticios y microbiológicos o si durante el proceso se alteran algunas de las sustancias del alimento que puedan poner en peligro la salud humana.

Dentro de la UE hay un marco regulador que armoniza la autorización de nuevos alimentos: antes de su comercialización debe quedar demostrada su inocuidad, y en esta misión juega un papel clave la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). El concepto “novel food” nace para designar a los alimentos no consumidos por humanos en el pasado. Pero, ¿dónde está la frontera entre el pasado y el presente? La UE la sitúa a partir del año 1997.

El carácter de “nuevo” viene marcado por varias consideraciones, como su procedencia de nuevas fuentes animales, vegetales o microbiológicas, que sea fruto de la aplicación de nuevas tecnologías o que se le dé un nuevo uso alimentario.

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