Consejos para reducir nuestra contaminación digital

Todos los usuarios de Internet podemos reducir nuestras emisiones de CO2 producidas en el entorno digital con tan solo modificar algunos hábitos
Por Sonia Recio 21 de febrero de 2023
contaminación digital
Imagen: olia danilevich
Cada vez que enviamos un correo electrónico, vemos un vídeo en streaming, mandamos un mensaje de WhatsApp o entrenamos a una inteligencia artificial gastamos energía. Para hacernos una idea, si el mundo digital fuera un país, sería el tercer consumidor de electricidad del planeta. Pero con tan solo adoptar una serie de hábitos, nuestra contaminación digital puede reducirse. Conoce algunos datos más acerca de nuestras emisiones de CO2 al usar Internet y cómo podemos disminuirlas.

Nuestra huella digital en cifras

Según la ADEME (French Agency for Ecological Transition-Agencia Francesa de Transición Ecológica), Greenpeace y The Shift Proyect, estas son algunas de las cifras más destacadas de nuestra huella digital:

  • El mundo digital representa el 4 % de las emisiones de efecto invernadero o 1,5 veces más que el transporte aéreo. Y si fuera un país, sería el tercer consumidor mundial de electricidad.
  • Fabricar un ordenador supone 240 kilos de combustibles fósiles + 22 kilos de productos químicos + 1,5 toneladas de agua.
  • Los emails profesionales de unos 100 empleados durante un año contaminan igual que 13 viajes en avión entre París y Nueva York.
  • Ver vídeos en streaming supone la emisión de 300 millones de toneladas de CO2 por año, la misma cantidad que se emite en España en un un año.

¿Cómo podemos contaminar menos al usar Internet?

Todos los usuarios podemos reducir las emisiones de CO2 producidas en el entorno digital tan solo con cambiar algunos pequeños hábitos. Esta lista de conductas sostenibles puede ayudarnos a alcanzar el logro:

  • Tomar consciencia. El primer paso es reconocer que con nuestras acciones en el entorno digital generamos un impacto medioambiental.
  • Comprar productos energéticamente eficientes. El etiquetado energético es una herramienta muy práctica que puede ayudar a la elección de los aparatos.
  • Utilizar el correo electrónico de manera responsable. Hay que evitar enviar comunicaciones cuando no sean necesarias (por ejemplo, la opción “responder a todos”). También es importante restringir el envío de imágenes y, especialmente, vídeos. Si lo hacemos, mejor en formato comprimido o en tamaño pequeño (a ser posible con extensiones JPG y GIF, que permiten reducir el tamaño de la imagen —por lo que pesa menos— sin que eso influya en su calidad).
  • Vaciar la carpeta de papelera del correo. Esto incluye darse de baja de las suscripciones y newsletters que no sean interesantes.
  • Cerrar las páginas web después de haberlas visitado. Así se evita el tráfico de datos innecesario tras consultar la página.
  • Escoger buscadores “sostenibles”, que compensen las emisiones con acciones medioambientales y utilicen energías verdes en sus servidores. Ecosia, Give Water, Ekoru o Ecogine son algunos ejemplos.
  • Activar el ahorro energético en los dispositivos digitales y apagarlos cuando ya no se usan; también mientras dormimos. Otra opción es activar el ‘modo avión’ de teléfonos y tabletas durante el sueño. Así impedimos el tráfico de datos y el consumo digital.
  • Reparar antes que comprar. Si no es posible, reciclar adecuadamente en los puntos habilitados.
  • Dar una segunda vida a los dispositivos digitales. Cuando no se usen pueden regalarse o venderse.
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Imagen: Tara Winstead

Algoritmos verdes para utilizar IA

La inteligencia artificial (IA) tiene una relevante huella de carbono. Cada vez que se ejecuta un algoritmo nuevo, el consumo energético se dispara. “La inteligencia artificial está cobrando una gran importancia en el desarrollo tecnológico. Y, sin embargo, es una gran consumidora de energía. Cosas como el entrenamiento de algoritmos, la gestión de gran cantidad de datos, la búsqueda de un altísimo nivel de precisión en las predicciones, entre otras, son operaciones que requieren de mucha complejidad computacional y, por tanto, conllevan mucho consumo energético”, explica Coral Calero, catedrática de la Universidad de Castilla-La Mancha.

“Por ejemplo, para entrenar el GPT-3 (un modelo de inteligencia artificial que puede generar texto de manera autónoma), se estima que la huella de carbono fue similar a conducir un coche de gasolina durante un millón de kilómetros”, añade Gonzalo Ruiz de Villa, de la empresa GFT, especializada en transformación digital.

🟢 Algoritmos energéticamente eficientes

Los algoritmos verdes o Green IA proponen un cambio de modelo que permite un menor consumo energético aplicando esta tecnología (equilibrando el volumen de datos necesarios para entrenar el modelo, la cantidad de tiempo empleado y el número de repeticiones para optimizar sus parámetros). Al tiempo, valora la procedencia de esa energía, apoyando las fuentes renovables.

El Programa Nacional de Algoritmos Verdes (PNAV) fomenta el desarrollo de estos algoritmos para maximizar la eficiencia energética y reducir el impacto ambiental de los modelos de inteligencia artificial. Su objetivo es “diseñar algoritmos energéticamente eficientes”, tal y como destaca Carme Artigas, secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial. Este proyecto se enmarca en la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial (ENIA), que cuenta con una inversión pública de 600 millones para los próximos dos años.

Javier Rodeiro, profesor en la Escuela Superior de Ingeniería Informática de la Universidad de Vigo, valora muy positivamente este programa. “Que se busquen mecanismos independientes que midan la rentabilidad de los resultados con respecto al consumo de recursos sería un resultado muy relevante”, opina.

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