Hermanos terapéuticos

La selección de embriones con fines terapéuticos se plantea como una de las soluciones a enfermedades incurables
Por Kima Ganivet 31 de octubre de 2006

La autorización en España del diagnóstico pre-implantacional en embriones abre la puerta a la esperanza para enfermedades incurables al tiempo que a un profundo debate ético. Esta es, en esencia, la problemática asociada con la técnica llamada de diagnóstico pre-implantacional de embriones que persigue, como gran objetivo, que un hermano sano acabe siendo donante de células progenitoras que ayuden a sanar o a mejorar sustancialmente de su patología a otro hermano gravemente enfermo. Tanto, que sin ese trasplante su expectativa de vida está seriamente comprometida.

ImgImagen: Kevin Rohr

Un niño enfermo con altas posibilidades de fallecer prematuramente debido a su enfermedad. Una posibilidad real, y comprobada, de curación parcial o total mediante un trasplante de médula o de células de cordón umbilical. La necesidad inexcusable de que el donante sea compatible absolutamente. La dificultad, en muchos casos insalvable, de encontrar ese donante en el plazo y las condiciones adecuadas. Y, por fin, la opción de recurrir a un embrión libre de enfermedad, compatible con el receptor, del que va a ser posible extraer las células que se precisan para que el trasplante curse con éxito.

Selección de embriones

La selección de embriones con fines terapéuticos es una opción largo tiempo anhelada por familias en las que alguno de sus miembros está afectado por una enfermedad genética que, con toda probabilidad, conducirá a la muerte prematura del enfermo. Sin embargo, lo que hasta la fecha se consideraba como algo que formaba parte de una cierta lógica era seleccionar el embrión teniendo en cuenta si el futuro bebé va a desarrollar o no la enfermedad.

Dicho de otro modo: dada una enfermedad incurable de la que se conoce con toda seguridad su evolución y pronóstico y para la que es posible detectarla en el estado embrionario del feto mediante un inocuo test genético, puede tomarse la decisión de su futuro desarrollo. Es decir, no iniciar el embarazo si el test muestra un riesgo excesivo para el niño.

Así se ha planteado para algunas enfermedades específicas en las que el carácter hereditario juega un papel determinante. El caso más paradigmático, y a menudo tomado como ejemplo por sus implicaciones éticas y morales, es la Corea de Huntington. La mutación de un gen en el brazo corto del cromosoma 4 se ha establecido como indicativo de riesgo de transmisión de la enfermedad o de desarrollo de la misma, cuando no de certeza. Por este motivo, en algunos países se ha venido permitiendo desde la década de los ochenta interrumpir un embarazo cuando los padres presentan un riesgo muy alto de poder transmitir la enfermedad. Si el análisis genético prenatal corrobora ese riesgo o se establece la certeza de futuro desarrollo de la patología, la interrupción del embarazo forma parte de los supuestos legales en muchos de los países donde está permitido el aborto. La Corea de Huntington suele definirse como una enfermedad neurológica hereditaria de carácter degenerativo e incurable que afecta mayoritariamente a personas entre su tercera y cuarta década de vida, aunque no son raros los casos juveniles ni que se presente pasados los 60 años.

El desarrollo de nuevas tecnologías diagnósticas y la posibilidad de acceder a información genética con el embrión recién formado, esto es, a los pocos días de la fecundación, podría evitar no sólo la interrupción del embarazo sino incluso la preselección de un hijo sano. La autorización en España del diagnóstico pre-implantacional abre ahora esta vía.

La selección se efectúa tras un proceso de fertilización in vitro del que pueden surgir varios embriones

Para ello las autoridades sanitarias españolas, siguiendo modelos implantados en otros países, exigen que los padres, además de presentar un alto riesgo de transmisión de la enfermedad o ser portadores, accedan a la fertilización in vitro como paso previo a la concepción de un futuro hijo. Si el embrión es portador de la enfermedad o presenta un alto riesgo, los padres tienen la opción a decidir.

Selección terapéutica

La selección terapéutica de embriones, pese a partir del mismo principio, tiene una finalidad completamente distinta. Lo que se persigue no es detectar una enfermedad sino «una solución viable» para un hijo ya existente. Es decir, aprovechar los beneficios potenciales de las células de un futuro hijo para paliar o sobre todo curar ?o hacer posible esa opción- en otro afectado por una patología que puede desencadenar su muerte.

Por el momento el Ministerio de Sanidad, de quien depende la autorización de cada caso, no ha hecho públicas qué enfermedades serían susceptibles de ser tratadas con esta opción. Pero a nadie se le escapa que las más factibles en una fase inicial van a ser las hematológicas y, en particular, algunas formas de leucemia, anemia de Fanconi o beta-talasemia, para las que el trasplante de médula o de células progenitoras obtenidas de cordón umbilical representan una alternativa terapéutica viable.

El mecanismo previsto para que esta opción sea viable, de acuerdo con el dictado de la Ley de Reproducción Asistida aprobada el pasado mes de mayo, incluye la selección de embriones previa a su implantación en el útero de la madre. La selección se efectúa tras someterse los padres a un proceso de fertilización in vitro del que pueden surgir varios embriones. El análisis genético de cada uno de ellos deberá determinar no sólo que están libres de enfermedad o que sean portadores de anomalías genéticas que hagan factible su desarrollo, sino también que habrá compatibilidad absoluta para que sean donantes potenciales. El Ministerio de Sanidad no ha aclarado, por el momento, qué va a suceder con los embriones sobrantes, aunque no se descarta que, según prevé la misma Ley, puedan ser empleados para investigación en células madre embrionarias.

Después de haber constatado la idoneidad del embrión la madre podrá recibirlo en su útero, dónde aún deberá anidar antes de convertirse en feto viable. Tras un control estricto del embarazo, cumplir los requisitos de la Organización Nacional de Trasplantes y de las comisiones establecidas en cada comunidad autónoma, el bebé que nazca será considerado donante. En primer lugar, de cordón umbilical, para lo que es probable que deba programar el parto. Del mismo modo, también de médula ósea. En ambos casos lo que se persigue es obtener células progenitoras hematopoyéticas con el que regenerar el sistema hematológico del hermano enfermo.

El recurso a células de cordón umbilical o de médula ósea es una práctica común en el tratamiento de enfermedades onco-hematológicas. Aunque lo habitual sea recurrir a los trasplantes heterólogos (el donante y el paciente son personas distintas) desde hace unos años también se practica el autólogo, es decir, el autotrasplante. En el primer caso las dificultades estriban en hallar al donante idóneo para limitar los efectos del rechazo inmunológico. En el segundo, la posibilidad de recidiva al ser células potencialmente portadoras de enfermedad plantea dudas sobre su eficacia. La opción de un hermano terapéutico incrementa, según los expertos, las posibilidades de éxito.

LÍMITES ÉTICOS

ImgImagen: John Evans

Aunque el diagnóstico pre-implantacional de embriones es considerado una técnica adecuada para intervenir en casos sin solución médica, no faltan voces críticas que opinan que dar luz verde a esta opción representa poco menos que abrir algo así como una caja de Pandora. Desde algunos sectores, y no todos conservadores o con un peso religioso importante, se entiende que con la selección de embriones se generan más problemas que los que se pretende resolver.

Más allá de lo que se considere acerca de cuando empieza o no una vida, algo para lo que la ciencia en sentido estricto no tiene respuestas, el principal argumento en contra es la enorme dificultad que puede existir en establecer límites legales válidos y uniformes en todo el mundo. Ante la viabilidad de la tecnología y al mayor conocimiento de los genes y sus funciones, algunos grupos de científicos han expresado su temor a que en un futuro puedan fabricarse «hijos a la carta». Estos temores han aumentado tras haberse descubierto que algunas particularidades de conducta, como la depresión, los mecanismos de adicción a drogas psicoactivas o incluso comportamientos agresivos, están mediados por genes.

Debido precisamente a que esta es una opción que ha suscitado los recelos de la comunidad científica ante lo que se podría entender como una «selección genética intervencionista», se insiste en la necesidad de proteger el acceso a la técnica mediante rigurosas restricciones legales. En España quien se va a encargar de ello es la Comisión de Reproducción Asistida. Hasta el momento sólo ha admitido ocho peticiones de las 24 efectuadas. Y nada hay decidido, todavía, acerca de esas ocho.

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