Cómo retomar los buenos hábitos dietéticos tras el verano

Volver cuanto antes a los buenos hábitos alimentarios es la fórmula más eficaz para liberarse de la hinchazón abdominal y de los kilos ganados durante el verano
Por Maite Zudaire 5 de septiembre de 2013
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Imagen: Jonathan Lin

¿Cómo podemos recuperar la rutina de una dieta sana sin que aparezcan o se acentúen los episodios de ansiedad por haber comido aquello que menos conviene? Dejar las patatas fritas y las cañitas tan típicas del verano y volver poco a poco a la comida casera, equilibrada, menos calórica o grasienta es fundamental, tanto para el bienestar físico como para el equilibrio emocional. Los mayores excesos cometidos durante las vacaciones se reflejan con malestares -sobre todo, digestivos-, con unos kilos ganados, e incluso con persistentes y molestas contracturas o dolencias musculares y articulares. Es el momento de cumplir con el refrán “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”; síntoma de buena salud, seguridad, confianza, buen ánimo y buena disponibilidad. A continuación se detallan los errores alimentarios más comunes que se cometen durante el verano y se brindan ideas para iniciar el cambio alimentario.

Cuatro ideas para iniciar el cambio alimentario

Aunque el objetivo final sea retomar unos buenos hábitos alimentarios tras las transgresiones dietéticas del periodo estival, los cambios radicales de inicio pueden agravar la ansiedad, la angustia y la pereza que acompañan a la vuelta. Así, las dos primeras semanas tras el retorno se pueden dedicar a llevar a cabo el cambio gradual tanto de alimentos como de frecuencia de consumo, horarios de comidas y modos en el comer, con el fin de no pasar de un día a otro del típico «menú de vacaciones» a la comida «de trabajo».

Volver cuanto antes a los buenos hábitos alimentarios es la fórmula más eficaz para sentir los resultados de una dieta sana; para liberarse de la hinchazón abdominal y de los kilos ganados durante el verano. Para ajustar el cambio a las necesidades de cada uno, a continuación se listan los principales errores alimentarios del verano y sus respectivos consejos para erradicarlos.

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    Imagen: CONSUMER EROSKI

    El menú veraniego dulce. Es lo típico de desayunar tostadas untadas con mermelada o crema de cacao azucarada y zumo; tomar postres dulces, un helado diario, refrescos o zumos azucarados entre horas, chocolate, chucherías, etc.

    • El cambio obligado: freno a los azúcares. Además de los típicos alimentos dulces y azucarados, a la hora de frenar el consumo de azúcares cabe considerar y limitar la ingesta de otros productos de presencia habitual en la alimentación como cereales de desayuno, zumos, ciertas bebidas, etc. Los siguientes consejos ayudan a hacer más saludables las tentaciones dulces: usar vajilla pequeña, servir el postre y retirar o sustituir el azúcar de las recetas por otros alimentos más sanos. Un buen comienzo puede ser sustituir las galletas o las tostadas con mermelada por pan tostado con aceite, pan con jamón, o acompañado con queso fresco o con requesón y nueces, con mezcla de frutos secos, un muesli… Y de postre, tras las comidas, una infusión digestiva (las que llevan regaliz tienen un contrapunto dulce muy gustoso).
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    Imagen: CONSUMER EROSKI

    Escasez de frutas. Aunque la oferta de fruta veraniega es la más variada, colorida y dulzona en comparación con el resto de temporadas, para muchas personas queda relegada a un segundo plano cuando aparecen los postres dulces y los helados, o pasan directo al café con hielo. La sequedad de la piel y del cabello y la descamación, más acentuada en codos, rodillas, talones o en el cuero cabelludo, pueden empeorar por un aporte insuficiente de nutrientes (como las vitaminas A y C) que sirven a la regeneración celular.

    • El cambio obligado: fruta fresca, a diario. Las frutas más ricas en los nutrientes dermo-protectores son: naranjas, kiwi, mango, nísperos, caquis y frutos del bosque (grosellas, frambuesas, arándanos). Los orejones de albaricoque concentran hasta diez veces más vitamina A y carotenoides que el resto de frutas secas, y más aún que la fruta fresca. Se puede comenzar la mañana con un bol de copos de avena con orejones y manzana rallada. Comer la fruta antes de las comidas puede ser un hábito fácil de recordar y de repetir hasta que se convierta en una sana costumbre. Después de tanto exceso, tomar en ayunas agua con zumo de limón es un buen complemento.
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    Imagen: CONSUMER EROSKI

    Verano de barbacoas y parrilladas. Las costumbres alimentarias veraniegas predisponen por lo general a un consumo exagerado de proteína animal. A los desayunos de buffet libre colmados de huevos en sus variadas presentaciones (fritos, revueltos, duros…), bacón, jamón, diversidad de quesos, etc., se suman las barbacoas de carnes y embutidos, las parrilladas de pescados y de marisco… Si se hicieran cuentas de la cantidad diaria de proteína ingerida, se superaría con creces la recomendación de consumo de 0,8-1 gramo por kilo de peso y día, con las consecuencias nefastas para la salud de tanto exceso mantenido.

    • El cambio obligado: tope a la proteína animal. Para quienes son muy «carnívoros», el inicio del cambio puede ser limitar la ración de proteína animal (carne, pescado o huevos) en comidas o cenas, y en cantidades razonables; unos 150 gramos de pescado o 120 gramos de carne. A partir de ahí se puede integrar como un hábito saludable el hecho de no tomar carne al menos un día por semana, o siempre que se coman legumbres. En este caso, las legumbres se combinan con cereales (arroz, cuscús, bulgur, mijo…) y se acompañan de un plato de verdura o de ensalada para conformar un menú completo, nutritivo y saludable, y para la cena se reserva el pescado.
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    Imagen: CONSUMER EROSKI

    Refrescos y cervezas a diario. Las bebidas carbonatadas proporcionan sensación de hinchazón, aumentan el volumen y pueden sumarse como causa de hinchazón abdominal, flatulencias y molestias digestivas. El alcohol, aunque provenga de bebidas de baja graduación (cerveza, vino, sidra, cava), lleva asociados riesgos y carga la función hepática, dado que el hígado tiene una capacidad limitada para metabolizarlo. Por ello no conviene excederse tampoco en vacaciones. Las bebidas energéticas, dada su naturaleza excitante, suponen un problema para la salud de quienes tienen hipertensión y cardiopatías, y pueden alterar demasiado a quienes son sensibles a la cafeína.

    • El cambio obligado: adiós a las burbujas. El agua fresca, filtrada o embotellada, debe contemplarse ya como bebida de elección. Si se pretende acentuar el efecto depurativo del agua, se puede tomar como entrante de comidas y cenas un caldo de verduras, y agua con limón en ayunas. El apio, la borraja, la achicoria, la lechuga, la cebolla, la col o el rábano son hortalizas y verduras que añadir al caldo vegetal. Escoger, entre todos los alimentos, los más idóneos para combatir la hinchazón abdominal ayuda a sentirse antes más ligero.
Planificar el menú de la semana

Septiembre, mes de retorno vacacional para la mayoría de la población, coincide también con el comienzo de los niños en la escuela, pero solo hasta mediodía. Esto significa que comen en casa, de modo que se ha de procurar tener planificada toda la semana de menús para improvisar lo menos posible la alimentación familiar. Los niños también sufren los cambios, y les cuesta adaptarse a los ritmos ordenados de las comidas, a las pautas de alimentación más equilibradas, sin tanta permisividad como la que han disfrutado durante las vacaciones.

  • Plan de menús. Para que la organización sea más sencilla, es necesario ser previsores y aprovechar el tiempo libre entre semana o el fin de semana para preparar comidas para los siguientes días. En el frigorífico, las comidas preparadas, guardadas en recipientes cerrados pueden conservarse en perfecto estado entre 2 y 4 días. Para el resto, si se han podido adelantar algunos guisos, estos se pueden congelar y descongelar justo el día anterior.
  • Horarios. Los horarios son importantes y, una vez en casa, conviene retomar de la manera más rápida y natural posible el ritmo de horarios anterior; desde los desayunos hasta las meriendas y las cenas. Hasta conseguir adaptarse a las exigencias del ritmo diario (hogar, laboral, etc.), los desajustes en los horarios de las comidas pueden ser la causa o acentuar el mal humor, la fatiga, la irritabilidad y la labilidad emocional. En el caso de los niños (el consejo también sirve para las personas adultas) conviene que pasen al menos 3 horas desde que han cenado hasta que se acuestan.

  • Rápido y sano. Se puede comenzar la comida casera con platos rápidos y sencillos, que posibilitan tener lista la comida o la cena en tan solo 10 minutos, pero sin comprometer la calidad nutricional.

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